DESAFÍOS DEL EMPLEO PÚBLICO EN COSTA RICA
El
desarrollo de la sociedad costarricense demanda cada vez más buenos y mejores
servicios, demanda más infraestructura, más tecnología, más inversión, más,
más, más… pero, ¿qué pasa con los funcionarios públicos? ¿será que están lo
suficientemente preparados para responder a todas esas demandas?
Nuestra
sociedad se enfrenta todos los días a esta realidad: (breve descripción que
quizá no aplique para todos, pero si para gran parte de ellos) funcionarios
cansados, con grandes deficiencias, con perezas, comodidades desproporcionadas
y desiguales respecto a los menos favorecidos; o inclusive, inseguridad del
puesto que por toda su vida han tenido, que les llenaba de estabilidad y que
hoy parece ser amenazado por la tendiente reducción del Estado y sus empresas. Funcionarios
poco pensantes y poco innovadores, poco enérgicos y emprendedores. Trabajadores
con una gran carga moral, social, legal en sus puestos de trabajo y con miles
de ojos sobre su andar.
Estas
problemáticas exigen y amplían los parámetros de acción y organización de la
Administración Pública actual; los retos y desafíos que se apegan al accionar
de la función pública son muchos, y complicados.
En
el presente texto, se desarrollarán tres de los desafíos más importantes a los
que se enfrentan los funcionarios en su diario vivir, desafíos que abren paso a
una lucha constante entre “ser y no ser”, entre el “Otro Generalizado” (Mead,
1990, p. 186), entre rupturas de
paradigmas manifiestos, luchas con la Jurisdicción Laboral y graves problemas
de equilibrio en las necesidades, en el anhelado Bienestar General. Estos
desafíos son los que impone la Imagen Pública, la cultura corrupta que emerge a
los funcionarios públicos, y los conflictos con el Derecho de Empleo Público.
Al
hablar de función pública hacemos referencia a aquel “sistema de empleo propio
de una parte de los empleados públicos, aquellos que desempeñan funciones
conectadas con el ejercicio de potestades públicas…” (Longo, 2004, p. 66), esa
“parte del empleo público reguladas por normas de derecho público, diferentes a
las leyes civiles o laborales que regulan el resto del trabajo por cuenta ajena
de la sociedad” (p. 64). Y al mencionar al funcionario público, de la mano con
el Lic. Mauro Murillo (2012), entiéndase aquel agente prestador de servicios de
naturaleza pública, regidos por el Derecho Administrativo.
Parafraseando
a la Real Academia Española (2012), la imagen pública es comprendida como aquella
representación o apariencia de un funcionario que influye en los rasgos que
caracterizan ante la sociedad a personas y entidades. De
los conceptos anteriormente expuestos sobresale la importancia de los tres
desafíos de la Administración Pública actual.
El
primero de los desafíos, la Imagen Pública: ¿fetiche,[1]
moral o ético?
La
imagen personal de los funcionarios públicos juega un papel fundamental en el
desarrollo laboral, su desenvolvimiento como personas moralmente aceptadas y
dentro de la ética pública determinarán su permanencia o el declive de su
carrera profesional. Muchas veces la imagen pública es utilizada como un objeto
“fetiche” que maneja y trasciende la forma de actuar, marca la conciencia ética
y moral de las personas.
Ese
“ser y actuar” es cuestionado por el
Otro Generalizado: Es
en la forma del otro generalizado que los procesos sociales influyen en la
conducta de los individuos involucrados en ellos y que los llevan a cabo, es
decir, que es en esa forma que la comunidad ejerce su control sobre el
comportamiento de sus miembros individuales, porque de esa manera el proceso o
comunidad social entra, como factor determinante, en el pensamiento del
individuo. (Mead, 1990, p. 185). Este
otro generalizado actúa como un ente que coacciona el actuar de las personas
por medio del pensamiento, dichas personas se mantienen dentro de ese estándar
de comportamiento socialmente aceptado, para no romper la cotidianeidad[2] de
la población, se reprimen por miedo a los efectos sociales; miedo a
consecuencias, como la que sufrió la Ex viceministra de Juventud Karina
Bolaños, quien fue destituida de su cargo por un video íntimo que circuló en
las redes sociales. Cabe resaltar la importancia que ejercen los medios de
comunicación como entes de difusión y transmisión de la información a nivel nacional, donde no
siempre la información es adecuada. Los funcionarios se determinan bajo esta
perspectiva discreta y nula en el sentir de sus acciones, se atan a paradigmas
de pensamiento, ataduras que llevan a comportamientos “rectos y decentes”
impuestos por la moral antes que por la ética profesional. Para evidenciar
esto, echemos un vistazo a la Ley General de Administración Pública, en su
artículo 18, inciso 2, donde se establece prohibido todo aquello que impida o
perturbe el ejercicio legítimo de las potestades administrativas o de los
derechos del particular, así como lo que viole el orden público, la moral y las buenas costumbres.
En
este caso, la moral al ser un tema tan subjetivo, amplio, que trasciende el
accionar de las personas, da potestad para que quede en manos de la sociedad y
su objetividad el juzgar y manchar la imagen pública de los funcionarios. La fuerza
que ejercen los grupos determina el “pensamiento” de las personas, en ocasiones
se juzga y mancha una imagen personal y social por una realidad no aceptada mas
no corrupta, o bien, corrupta pero si aceptada. Es por ello que la moral muchas
veces pesa más que la ética profesional.
Otro
de los desafíos es esa cultura corrupta que emerge en funcionarios cansados,
con deficiencias, con perezas, con inseguridades, con comodidades, y con una
línea tan delgada entre lo correcto y lo que no lo es, que trasciende las
fronteras de la función pública; el dilema: ¿Servir o ser servidos?
Funcionarios
que se desempeñan en ambientes o climas organizacionales favorecen la
corrupción (sin generalizar), tiñen de inseguridades el sistema le roban el
compromiso con su trabajo a quienes recién se involucran en el campo; un
ejemplo de esto, son los nuevos funcionarios proactivos y con ganas de trabajar
que chocan con el sistema burocrático, que los marca y les impide desarrollarse
organizacionalmente, y por el contrario, muchas veces les invita a buscar la
salida más fácil y errada en la función pública, es decir, la corrupción. “Funcionarios
como trabajadores privilegiados y poco productivos” (Longo, 2004, p. 63) es la tipificación que invade a los
funcionarios públicos; incentivos y más beneficios pero nada de servicios de
calidad. Se da una “satanización de la función pública, un cartel de posibles
candidatos corruptos” (Murillo, 2012), se victimiza e inutiliza a la gran
mayoría de funcionarios que desean servir, se privilegia a quienes están por
ser servidos, se exagera en sus beneficios, lo que ocasiona que se pierdan las
ganas y el valor en la toma de decisiones. De la misma forma, el sistema
utilitarista y cortoplacista despoja de
responsabilidades al trabajador público, lo envuelve en una entropía de contubernio
y latrocinio.
Por
otro lado, el tema de los salarios es el punto de manifiesto de la interrogante
anterior: ¿Servir o ser servidos? Hay quienes sí buscan ser servidos, quienes
reciben sumas desproporcionadas en relación a su puesto de trabajo, y por otro
lado, quienes no reciben salarios similares por puestos iguales. Los incentivos
y beneficios cobran vida en el aumento de la desigualdad laboral, pese a que la
Constitución Política, en su artículo 57, dice “todo trabajador tendrá derecho
a un salario mínimo de fijación periódica por jornada normal, que le procure
bienestar y existencia digna. El salario será
siempre igual para trabajo igual en idénticas condiciones de eficiencia”.
Entonces,
¿cómo vencer una cultura corrupta, que generaliza a toda la función pública?
¿Cómo romper con los paradigmas y prejuicios que nutren esta cultura? ¿Cómo
recuperar la confianza de los ciudadanos?
La
cultura corrupta conlleva grandes desventajas para los nuevos funcionarios
públicos, es quizá el juego más duro en el cual se debe luchar contra ese
sistema de dominación y exclusión, mediado todo con la corrupción. Y es que lo
amplio del término “Función Pública" supone comportamientos de la fuerza
de trabajo y sus respectivos resultados en las relaciones sociales, en la
calidad de los servicios públicos, que nos llevan a dar un salto al tercer
desafío la Legislación Laboral.
El
tema del Derecho Laboral es un elemento fundamental en el logro de la
eficiencia y eficacia en los servicios públicos. Según Lic. Murillo (2012) el
gran problema inicia al derivarse el derecho de empleo público del derecho
laboral. Sumado a esto, la ausencia de Doctrinas, y la falta de estudios al
respecto marca una notable desventaja del país en legislación laboral. La
Constitución Política al respecto es muy amplia, en el artículo 191, del
capítulo de Servicio Civil, se dice que el “Servicio Civil regulará las
relaciones entre el Estado y los servidores públicos, con el propósito de
garantizar le eficiencia en la administración”. Sin embargo, al analizar el
régimen de servicio civil se establece una relación directa con el índice de
percepción de la corrupción. ¿Dónde está el órgano rector en derecho laboral? ¿Débil, desprotegido, con normas poco estables,
obsoletas y sin sentido? Está perdido en el intento de equilibrar necesidades
dentro de un “saco de tonteras e impresiones” (Murillo, 2012).
La
fuerza de los sindicatos es un gran promotor en el auge de derechos laborales,
en su legitimidad, voluntad y capacidad para buscar los medios que “generen
congruencia con los principios morales y públicos” (Murillo, 2012). No obstante, al suponer un debilitamiento del
servicio civil, no habrá sindicatos que salven y protejan a los funcionarios
públicos, del régimen de competencia de las empresas privadas, con derechos
comunes y bajo el dominio de un jefe no público sino privado. La
búsqueda del bienestar general es un proceso complejo y un poco imposible, las
desigualdades y formas de negociación dificultan mucho llegar a lograr ese
enorme objetivo público. Sin embargo, si se aspira lograrlo algún día, la
legislación debe ser clara y pertinente, abierta y no tan abstracta ni difícil
de entender, debe educar a la población, enseñarle a confiar, a ser críticos
con su nuevo Estado de bienes y servicios, así como no desmotivarlo con
políticas de privatización, con cortes en el pensamiento real e innovador de
las grandes mentes que se están formando y que quieren servir, que son el
recurso humano que desde ahora se encuentra satanizado por una cultura de odio,
desapego, y desconfianza que tiene la sociedad tica. El
recurso humano es la parte más importante de la institución, son el pilar
fundamental de acción de las organizaciones, pero esa parte indispensable
necesita capacitaciones, mejores condiciones, y un verdadero equilibrio entre
las necesidades tanto individuales como organizacionales, pero sobre todo, un
equilibrio en el uso de fondos públicos.
El
sector público tiene desafíos que necesita superar, desafíos como los
anteriormente expuestos: una imagen pública, que trasciende las fronteras entre
lo medianamente aceptado y lo éticamente o profesionalmente requerido; una
cultura corrupta, que sataniza a los nuevos funcionarios públicos, que bonifica
todo intento por “salirse del saco”; por último, una legislación amplia en el
tema, que reproduce un mismo sistema. Estos desafíos, pueden considerarse muy
subjetivos y de poco fundamento teórico-crítico, más representan elementos que
la misma sociedad ve como desafíos, que necesitan trabajarse para que la misma
vuelva a creer, a confiar, y a mejorar la percepción de la función pública de
nuestro país.
Hay
que romper paradigmas y marcar la diferencia, hay que ser originales e innovar
así haya que pasar por encima del mundo, por encima de esas “Instituciones
Sociales” que nos imponen coerción, hay que terminar con la tonta idea del
“País más feliz del mundo”, y darnos cuenta de la gran desigualdad social que
padecemos, de la gran pereza (Murillo, 2012) que sufre el tico, y que pese a
ser tan “rajón” como decía Lic. Mauro no es capaz de poder implementar una
política pública integral de rectoría del Servicio Civil así como tampoco es
capaz de dejar los prejuicios y estigmas contra la función pública.
Bibliografía
Constitución Política de Costa Rica.
(2006). El Servicio Civil. San José,
Costa Rica, IJSA., artículo 57, pp 66.
Idoneos.com (2012). Fetiches. Recuperado
en http://religionestribales.idoneos.com/index.php/Fetiche
La Nación, com. (2012). Presidenta
destituye a Viceministra de juventud tras difusión de video íntimo. Recuperado
en http://www.nacion.com/2012-07-30/ElPais/Presidenta-destituye-a-viceministra-de-Juventud-tras-difusion-de-video-intimo.aspx
Ley General de Administración Pública.
(2012). Principios Generales. San José, Costa Rica, Colección Editores S.A.
articulo 18, pp 11.
Longo, F. (2004). Capítulo 2: Lo que el empleo público tiene diferente. La función
pública. En: Merito y flexibilidad: La gestión de las personas en las
organizaciones del sector público. Barcelona, Ediciones Paidós Ibéricas S.A.
pp. 63-66
Mead, G. (1990). La Persona III Parte: Espíritu, Persona y Sociedad. México,
Paidós., pp. 185 a 186.
Murillo, M. (2012). Conferencia Empleo
Público en Costa Rica.
Real
Academia Española. (2012). Recuperado de
http://lema.rae.es/drae/?val=imagen%20p%C3%BAblica
Muy buena la informacion pero no esta un poco desactualizada?
ResponderEliminarles presento esta opción de trabajo: www.workingfreelancer.com, le estoy probando y me parece muy buena opción, opción de empleo creada por costarricenses ante la crisis
ResponderEliminarTrabajar